jueves, 22 de abril de 2010

Elogio de la cotidianeidad

(o por un verdadero Carpe Diem)

Quiero escribir un elogio a la cotidianeidad, donde se vive la vida y se dan tantos milagros; donde puede haber rutinas estupendas y donde cada día es distinto e irrepetible; donde se ve la mano poderosa y nutricia de Dios en pequeños y encantadores detalles. Donde si pides con fe se te da y donde Cristo resucitado quiere cenar de tranquis contigo, porqué no, un pez asado en la playa...

Jesús nos enseña a vivir la cotidianeidad, eso es, a VIVIR. Me está impactando especialmente esta Pascua la tranquilidad y normalidad de Jesús en sus apariciones después de resucitar, sobre todo la de la noche en la playa. Como tantas veces recuerda el venerable Papa, la felicidad está aquí y ahora, en el encuentro diario con el Resucitado; en la brisa suave de Elías, en el partir el pan de la eucaristía. Dios, al resucitar a Jesús, al Ungido de Dios, ha cambiado verdaderamente la Historia, la ha transformado, inclinado hacia la salvación futura e impregnado con su Espíritu Santo, pero de una manera sutil, profunda pero no estridente, visible pero que no daña la visa y que incluso hay que acercarse para verla mejor.

Esto lo han entendido estupendamente los santos, hombres y mujeres con sus debilidades y pecados pero abiertos, atentos y ungidos de tal modo que veían y vivían el regalo del presente. Justo lo contrario de lo que quiere el Diablo, ese perdedor que busca distraernos de esta maravilla para hacer endebles castillos en el aire; que quiere que destruyamos nuestra bonita casa en la roca con la intención de hacernos un chalet en primera línea de una playa de arena fina, donde luego todo es especulación inmobiliaria: o sea, mandar a la basura un bonito (aunque nadie dijo fácil) presente por un futuro mejor o peor pero inexistente al fin y al cabo.

Es gracioso en cierto modo que el que nos aleja de lo alto lo haga con cosas no materiales, con palabrería, entelequias y humo, mientras que quien nos quiere llevar a lo más alto y sublime se sirva precisamente de los más bajo y humilde: cómo Dios está empeñado en salvarnos a través de su Creación, cómo se niega a abandonarla y se sirve de ella para mostrarnos y conducirnos a la Gloria futura. Amén.