miércoles, 11 de abril de 2012

La sobria ebriedad


No están éstos borrachos, como vosotros suponéis” - Hch 2, 15


Pero sí ebrios, del Espíritu Santo, como Cristo subiendo a la Cruz. Ebrios del Espíritu Santo, o sea, de Amor, inconscientes todos que no saben lo que hacen. Para seguirTe hay que abandonarse a tu locura. Al modo de la locura dionisiaca, en este caso locura producida por el vino de tu sangre, dulce néctar de vida que lleva a despedazarse a sí mismo por el amor agápico a los hermanos.
De normal abstemia, para mi desgracia, tuve la suerte de tomar un copazo de manos del mismo Vicario de Cristo el Domingo de Ramos. Un calor, una emoción y una alegría que hacía mucho que no sentía, al oír su homilía. Hablando de la gente que tendía sus mantos al paso de Jesús, hablaba de cómo tenemos que extender nuestra propia vida ante Cristo. La entrega de la vida, el romperse, despedazarse, extenderse ante Dios, como fuente última y única de plenitud.

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